Esta semana retomé algunas reflexiones de Ley de Murphy,

«De todo hay en la viña del señor» dice un adagio popular;  esos «terceros», sea un proveedor, colaborador empleado, contratista, socio, empleados de gobierno,  autoridad gubernamental, clientes con los que nos vinculamos necesariamente en los negocios -y  en la vida personal- tienen su propia historia y con ello nos traen oportunidades y riesgos a nuestra propia actividad.

En una época decidí no salir a ciertos sitios públicos por que no sabía quien estaba a mi lado y me preocupaba estar en medio de alguna riesgo desconocido  – por supuesto provenía de un trauma previo de haber estado ya en una situación participar en que parecía un cataclismo de problemas cuando dos vecinos de la mesa vecina en medio de un concierto comenzaron a reñir entre si –

¿Como gestionamos esos riesgos de terceros? , muchas veces intuitivamente realizamos nuestra «debida diligencia» otras veces con herramientas sofisticadas , para lo cual preguntamos por aquí y por allá, indagamos por la «reputación» de dicho tercero y al final abordamos la relación y nuestro quehacer con ese tercero , con la percepción de riesgo que nos permita sentirnos al menos cómodos con lo que resulte –   vernos al espejo con respeto o dormir tranquilos-; en términos técnicos decidimos asimilar, transferir, o mitigar esos riesgos, realizar acciones que nos permitan vivir con las consecuencias del riesgo residual que queda después de alguna medida que tomamos.

Muchas veces los terceros cambian su conducta – parte de la naturaleza humana-, se ven inmiscuidos en problemas reales o imaginarios como fraudes, delitos, escándalos, corrupción, etc.  y es necesario evaluar periódicamente si nuestras percepciones originales siguen siendo validas – en otras palabras si el riesgo de relacionarnos con ellos sigue siendo tolerable-

Aunque hay casos en que esos terceros  tienen una doble agenda y se esfuerzan en engañar al público, – es parte de los riesgos de vivir en sociedad toparse con estos personajes que hay en la viña del señor-;  al menos mitigamos los riesgos al hacer procesos de selección de relaciones con terceros con alguna criterio y visitar nuestras premisas periódicamente, así reducimos la posibilidad de estar en medio de «cataclismos» que nos afecten.